lunes, 16 de septiembre de 2019

Creo que es historia

Es evidente que estamos viviendo todo un despropósito político por parte de nuestros asquerosos políticos vividores y tocapelotas, que nos tiene sumidos en cierta inestabilidad política desde Diciembre de 2015 y no sólo política, sino dando señales de alarma, otra vez, en el campo socioeconómico desde Junio de 2018. Lo que a mi juicio y en buena parte ha llevado a la situación actual, que se remonta al principio de la transición por no haber cerrado bien el marco (la Constitución Española) algunos, o por no haber hecho bien la tarea (por acción o por omisión), unos y otros desde entonces. Cierto es también que los dos grandes partidos, el PSOE por acción con sus políticas erráticas y el PP por omisión y también con decisiones (como la suspensión en Marzo de 2001 del Servicio Militar del cual muchos ahora se están acordando), que en mi opinión hubieran requerido cierta gradualidad en la medida y otras que no tomó a tiempo (como la tan necesaria reforma educativa o la derogación en su segunda oportunidad de la nefasta Ley de Memoria Histórica), han sido los dos grandes actores del desaguisado impulsando o permitiendo que se fuera deteriorando la base fundamental de una sociedad. La Educación, dejada en manos de la izquierda (y hasta hace relativamente poco de las sotanas) y los nacionalismos periféricos y separatistas que poco a poco se fue convirtiendo en adoctrinamiento y lo peor, se fue contagiando a otras regiones que nunca tuvieron el más mínimo interés particularista e identitario fuera de la generalidad inclusiva de lo español. La crisis de la izquierda socialista dio lugar a la aparición en el escenario político de dos nuevos actores, uno socialdemócrata moderado, Ciudadanos, que después perdió la brújula y otro de izquierda comunista radical y anticapitalista, Podemos, que ya llegó pervertido al sistema a los que se unió un tercero como extra, VOX, que se quedó en aborto porque ya venía trufado con las luchas internas características de la derecha vividora española. Pero no haber hecho bien los deberes trajeron cuatro años después la crisis de la derecha, en dos fases a cuál peor, que también quiso ser aprovechada por la izquierda socialista para recuperar, con fórceps y respiración asistida, desde la incubadora. En resumen, todo lo anterior volvió a despertar la dos Españas de Antonio machado. Parecía en 2015 que se había acabado el bipartidismo imperante hasta entonces al repartirse el grueso de la Cámara Baja entre cuatro partidos (franquicias de uno de ellos incluidas) con la ponzoña constante de nacionalistas vascos y catalanes, estos últimos crecidos al no haber tenido la respuesta adecuada en Noviembre de 2014, pero el inestable resultado dio lugar a la repetición de elecciones seis meses después, en las que la derecha salvó los muebles, aunque el daño estaba hecho. El ensayo pluripartidista no terminó de funcionar, como era previsible teniendo en cuenta el bajísimo perfil profesional, si no humano, de los principales líderes y equipos llegados al Congreso por una mezcla de populismo, oportunismo y cambio de chaquetas. España, año 2019. Mientras aquí estoy, viendo pasar la vida. 

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