lunes, 8 de octubre de 2018

La caída del cazador

Rodrigo Rato fue cazador. En el Ministerio de Hacienda, más concretamente el cual cazó a muchos españoles defraudando a su ministerio. Cuando dejó el cargo, se fue al Fondo Monetario Internacional, el famoso FMI a seguir trincando y a seguir viviendo. Pero si se hubiese quedado allí, a lo mejor le hubiese ido mejor en la vida. Pero lo que les voy a colocar en este post, es algo que ido recapitulando de un sitio y de otro, porque resulta que la semana pasada, el Tribunal Supremo afirmó la sentencia sobre el caso de las tarjetas Black, esas tarjetas que Miguel Blesa se invento para cargar a Caja Madrid, actual Bankia, una caja rescatada con dinero público, todos los gastos que sus consejeros consideraran oportunos, desde pagar las comuniones de los niños, hasta pagar unas bragas de lencería fina y sexy. Cuando a finales de 2007 Rodrigo Rato regresó a España después de haber pasado apenas tres años como director gerente del FMI, huyó, sin saberlo, de la gran crisis financiera que se avecinaba. Pero su instinto político, labrado ya desde los lejanos tiempos en que conspiraba contra Hernández Mancha mientras era diputado, no fue lo suficientemente fino para oler lo que se le venía encima. Probablemente, por esa soberbia innata de quien ha triunfado por encima de lo que cabía esperar, lo que explica que se dejara llevar por los cantos de sirena que algunos dirigentes de su partido le susurraban al oído. En particular, Esperanza Aguirre, quien al poco tiempo de que estallara oficialmente la crisis tras el descarrilamiento de Lehman, le montó un acto en la antigua Universidad Central de Madrid para que el antiguo responsable del FMI explicara las causas de la hecatombe económica. Una especie de homenaje póstumo para quien había dejado Washington dando un portazo harto de reuniones y de viajes por todo el mundo. Lo suyo seguía siendo la política. Y Aguirre lo sabía. Detrás de esos actos que se vendían como académicos había, en realidad, una ambiciosa operación política. Rato aparecía para Aguirre como la gran esperanza blanca para descabalgar a Rajoy, y nada mejor que formar tándem con quien había sido todo en el partido. La mala suerte de Rato empezó ahí. Por medio se cruzó la salida obligada de Miguel Blesa, acosado por la crisis de Caja Madrid, una centenaria entidad convertida en una especia de Gobierno de concentración del que formaban parte partidos, empresarios y sindicatos. Así es como surgió el nombre de Rato, elegido en enero de 2010 (un año después de subir a los altares de la academia universitaria) con el respaldo de Génova, quien así mataba dos pájaros de un tiro. Reducía el poder de la presidenta de la Comunidad de Madrid sobre una pieza fundamental del sistema financiero y, en paralelo, desactivaba el futuro político de Rodrigo Rato entregándole una caja tan grande como inmensas eran sus necesidades de solvencia. Y así, siguió la continuidad de lo que había empezado Blesa. El resto, ya lo conocemos, por desgracia. Mientras aquí estoy, viendo pasar la vida. 

Compártelo:

Bookmark and Share

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comentame que te parece