martes, 22 de septiembre de 2020

Los pelotas

Como saben ustedes y sino se lo recuerdo yo, voy a desayunar todos los días al bar de mi amigo Pacorro. Se lo pueden tomar como una chulería por mi parte como otra cualquiera, el caso es que me presento allí. Resulta que Pacorro compra la prensa diaria para que sus parroquianos y los que no lo son, se culturicen porque leen, se informen ya que leen la prensa y vomiten gracias a la prensa que leen, porque cabe recordar que abrir un periódico en esta España salchichera es literalmente echar la pota. Pero esta vez, la noticia que me encontré me hizo reflexionar un poco de lo que tenemos en este país, en instituciones tan importantes como la justicia, y como el politiqueo llega hasta tal punto, de hacer que los jueces se declinen por un color político u otro. Es muy lamentable la situación, pero es sencillamente la cruda realidad de este país que está dominado por uno político que sólo hacen daño a todo lo que tocan, y hacen en menos que canta un gallo, que el desprestigio de la institución que toca sea inminente. Como saben ustedes, para nuestra tremenda desgracia, España es, desde hace décadas, una nación en la que no prima ni el esfuerzo, ni el mérito. En España no triunfa, no gana dinero, no tiene éxito en el trabajo el que más vale o el que más se esfuerza en su trabajo, lo tiene el pelota y el arrastrado. Para ser un pelota y un arrastrado lo primero que hay que ser, a pesar de lo que se haya estudiado, es un personaje sin dignidad alguna, alguien que no tenga principio alguno y que tenga, como objetivo único en la vida, el fin, aunque los medios para llegar a ese fin sean absolutamente indignos e inmorales. Eso le da igual, no le importa. Y todo esto en la sociedad en general, pero en el ámbito político, en la vida pública ya llega a extremos insospechados porque el único que triunfa en ese sector es el pelota arrastrado sin escrúpulos. Con esas características podríamos hablar de infinidad de personajes, de la mayoría de los que están el en el Congreso y del 100% de los que están, sobre todo en estos momentos, en el gobierno. Vean sus historiales profesiones y académicos, vean los logros que han conseguido en su vida y comprueben hasta donde han llegado sin nada. Pero los peores son los que, a pesar de haber tenido una buena historia académica, no tienen principios ni dignidad alguna por muchos años que pasen. El teniente Fiscal del Tribunal Supremo, Luis Navajas Ramos, de 71 años de edad y a punto de jubilarse, ha sido el encargado de tumbar todas las querellas presentadas en el Tribunal Supremo por su gestión del coronavirus. Y lo ha hecho, sorprendentemente, sin molestarse en disimular y emitiendo un mismo informe para todas ellas. Setenta y un años, con todo el pescado vendido y a punto de jubilarse, ha dejado tirados a miles de familias españolas sin tan siquiera la oportunidad de que su causa sea juzgada, fuese cual fuese el fallo final del tribunal. Y todavía se sentirá orgulloso. El pelota. España, año 2020. Mientras aquí estoy, viendo pasar la vida. 

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