miércoles, 23 de septiembre de 2020

Acompañándome en el sentimiento

Estamos en el año 2020. Toda Hispania está sufriendo las consecuencias de la pandemia por el Covid-19, muchos ERTES aún sin ingresar y los que han sido ingresados, tienen que devolver parte de lo ingresado por un error en los cálculos del ministerio de turno, el Ingreso Mínimo Vital sin ingresar todavía en muchísimos casos, centros médicos saturados, hospitales al borde del colapso… ¿Toda?, toda no. Un irreductible grupo de personajes y personajas (por aquello de la igualdad, ya sabe usted señora), se dedican a pelearse, a hacer leyes de dignidad democrática para favorecer a los represaliados por el franquismo, olvidándose de los represaliados por los republicanos y olvidándose de los asesinados por ETA y cobrando un pastizal por no dar soluciones a nada que no sea lo suyo. Y en esas estamos. Y muchas veces pienso y me pregunto qué hago viviendo aquí en vez de estar viviendo en otro sitio viendo el panorama que hay y el que se avecina, pero sobretodo viendo a estos y estas animales de bellota, con corbata fosforito o con lo que lleven puesto, hablando de todo, hablando de corrupción de tal y cual partido, y el de enfrente tiene más siempre, hablando de ese monigote catalán conocido como Torra, hablando de tarjetas, hablando de todo menos de lo que tienen que hablar, que es intentar solucionar los problemas de los ciudadanos de Hispania, uno se pregunta en manos de quién estamos. En este país de bobos mezclamos las cosas. Y será porque vivo en España y tarde o temprano tenía que ocurrir, ya que la política española es como construir una urbanización en una cañada, ya que algún día bajará el agua por ahí, aunque tarde siglos, bajará y se lo llevará todo. Pero parece ser que los políticos españoles son la raza más inmortal y destructora que existe. Inmortal, porque llevan años peleándose entre ellos, y ahí siguen, vivitos, coleando y cobrando. Y destructora, porque todo lo que tocan lo destruyen sin piedad, mientras que no le saquen provecho personal al asunto. Es una auténtica pena, una auténtica vergüenza tener a esta casta política que tenemos. Y gracias a ella, cada vez que vienen unos buenos amigos míos que viven en el extranjero, tengo que estar con ellos con la dosis de vergüenza añadida, ya que uno comprueba que me miran a con lástima, como con pena, como súbdito de un país de fantoches, surrealista hasta el disparate. Por eso, el mal rato que esos días paso con estos buenos amigos extranjeros, quiero agradecérselo a tres grupos de compatriotas: los oportunistas, los cobardes y los sinvergüenzas, que da la casualidad que son los políticos y políticas que son capaces de aglutinar a los tres grupos. Hay un cuarto grupo (que puede ser que haya algún político/a formándolo) que incluye desde ingenuos manipulables a analfabetos de buena voluntad, pero voy a dejarlos fuera porque esta página tiene capacidad de aforo limitada. Los que harán posible que a mi edad, y con la mili que llevo, estos amigos míos, me acompañen en el sentimiento. Así de simple. España, año 2020. Mientras aquí estoy, viendo pasar la vida. 

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