domingo, 5 de febrero de 2012

Contra natura

Lo de ponerse guapas tiene su precio, o mejor dicho dos precios, y si me apuran tres precios. Uno de ellos, es el que vale la operación en sí, en donde un cirujano plástico te mete silicona para tener ciertas cosas más grandes a cambio de un pastón que el cliente tiene que pagar de su bolsillo. Los hay incluso que hasta piden préstamos para hacerse eso. A parte de esto, luego está el siguiente precio que hay que pagar, que no es otro que el dolor que se siente por que algo ha salido mal, o algo al cabo de cierto tiempo empieza a desmoronarse dentro de esos productos. Todo esto conlleva, depresiones, malhumor por el dinero perdido y sobre todo sensación de que han sido engañadas vilmente por un cirujano que parecía profesional y que luego ha resultado ser una piltrafa. Y ya por último está el tercer precio, que sumado a  los otros dos hace que este tipo de operaciones sea un desastre.
Pero es este terceo el que mucha gente no entiende. No se entiende por qué tenemos que pagar de nuestros impuestos unas operaciones que muchas chicas/os se hacen para estar más guapas y que luego salen ranas. Lo mismo que tampoco se entiende, porque tenemos que pagar de nuestros impuestos  clínicas para gente que se está desintoxicando por su mala cabeza. Yo por lo menos no lo llego a entender.
Lo que da la naturaleza es para toda la vida. Todo lo que sea alteración de la misma, a la larga son problemas. Es como construir casas al lado de las ramblas, llega un momento en que la naturaleza sigue su curso y entonces vienen las madres mías, y las reclamaciones a las instituciones, etc, etc.
Por eso, quién se haya colocado silicona para parecer más guapa, que se enfrente en los tribunales con los cirujanos y las clínicas que las hayan operado, y no intenten que seamos los ciudadanos los que tengamos que pagar caprichos que han salido mal, porque esto ya empieza a ser el colmo. Haberlo pensado antes. Mientras aquí estoy, viendo pasar la vida.

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