domingo, 14 de mayo de 2017

Ahora el sacristán

Cómo si no tuviéramos bastante con los curas y sus vicios sexuales con menores, se suman los sacristanes, por lo menos y que sepamos ha aparecido uno. Pero les cuento el caso. 
El próximo 17 de mayo, el sacristán de la basílica de la Asunción de Cieza (Murcia) se sentará en el banquillo acusado de serios y continuados abusos y agresiones sexuales al menos a tres monaguillos de la parroquia. Éste es nuevo caso de pederastia que continúa goteando el suelo de la Iglesia española, y que sigue encontrando el silencio episcopal como respuesta a las víctimas, aunque los hechos se produjeran, según el sumario, en el mismo templo. 
En esta ocasión, son tres los denunciantes, y el auto de procesamiento es muy claro. Tocamientos, masturbaciones, eyaculaciones en el cuerpo, rozamientos desnudos, fotografías desnudas, etc, todo ello con el empleo de la fuerza por parte del sacristán quien, a cambio, les daba regalos y dinero o les ofrecía puestos de relevancia en el altar e invitaciones a su casa de la playa. 
Pero como siempre pasa, el obispado no se entera de nada o no quiere enterarse o si se entera le pega un capón al que lo hace y punto pelota. Uno de los denunciantes, quiso ir de bueno e intento denunciar el caso ante la diócesis, pero el Obispado le trató fatal, el obispo me engañó y me fue dando largas, de tal forma que, cuando quise denunciar por lo civil, el delito ya había prescrito. El obispo en cuestión es monseñor Lorca Planes, actual prelado de Cartagena-Murcia. A él solo le importaba la imagen, no el dolor de las víctimas. 
Pero por suerte para este monaguillo, el caso se reabrió gracias a que dos de sus compañeros denunciaron también por lo civil a este asqueroso pederasta y a todos los compinches del obispado, empezando por el más golfo de todos y el más sinvergüenza, que no es otro que Lorca Planes, el obispo de diócesis. Menudo tiene que ser este pajarraco vestido de púrpura. 
Así sucede con muchos abusos que son denunciados, en los que el denunciante o denunciantes sufren una triple victimización. La primera, la de su depredador. La segunda, la de la propia Iglesia, pese a que los protocolos de la institución obligan al acompañamiento absoluto, antes, durante y después de la denuncia. La tercera, especialmente en ciudades pequeñas o círculos parroquiales, que tienden a pensar, siempre, en la inocencia de los sacerdotes. 
No me extraña que esta institución se esté quedando con las iglesias vacías, no me extraña que nadie quiera hacerse cura, no me extraña en absoluto las cosas que le puedan pasar, viendo el panorama y la forma de actuar de los responsables ante casos evidentes de esta categoría. Pero, con la iglesia hemos topado, y todavía muchas personas creen que la iglesia y sus pajarracos son gente inocente y de buena fe. Pero ahí está el error y ahí la impunidad de estos HIJOS DE PUT_ ante ciertos delitos. Lo que nos faltaba ya. Laus deo. Mientras aquí estoy, viendo pasar la vida. 

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